Reportaje

Qué significa el logo de Tata

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24 de marzo, 2017

¿Que significa el logo de Tata? El logo de Tata es uno de los menos elaborados del mercado, simplemente es la inicial de esta marca a la que injustamente menospreciamos por especializarse en coches económicos, pero su importancia en el mundo del automóvil es decisiva.

Los humanos tenemos la mala costumbre de valorar las cosas por su imagen e infravalorar tanto a otros humanos como a empresas y marcas por su apariencia. Tata es una de esas marcas que los occidentales solemos mirar con cierta indiferencia, pero, tras este sencillo logo, se haya una de las compañías más potentes del mundo y el principal fabricante de automóviles de la India. Tata es un gigante empresarial que va desde lo más puntero a nivel mundial en electrónica a la producción metalúrgica más cruda.

El logo que conocemos en la actualidad fue diseñado en el año 2000 por la consultora Wolf Olins y busca jugar con la forma de la inicial de la compañía -una gran «T»- pero sugiriendo una especie de ríos fluyendo o incluso un poderoso árbol con dos grandes ramas bajo las que cobijarse… o al menos eso es lo que dicen sus creadores. A mí personalmente me sugiere lo que veo, la inicial del apellido del fundador de la compañía: Jamsetji Tata.

Tata, un coloso industrial

Tata es una marca con mucho futuro.

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Jamsetji fundó Tata en 1868, así que se trata de una de las compañías con más tradición del mundo, aunque en sus orígenes no comenzó fabricando automóviles, algo que no sucedería hasta la constitución en 1941 de la división Tata Motors. En un principio se dedicaría a la fabricación de locomotoras y maquinaria industrial y pasaría a los coches en la década de los cincuenta y sesenta gracias a un acuerdo con Daimler.

Este gigante industrial es el más antiguo y valorado de la India y uno de los más importantes de Asia. Cada año factura nada menos que el 5% del PIB de la India, y sus actividades se centran, principalmente en:

  • Electrónica y alta tecnología
  • Producción y manufactura de té
  • Metalurgia
  • Automoción
  • Química
  • Hostelería

Tata Nano, el coche más barato del mundo

El Tata Nano no se llegó a comercializar por problemas de seguridad.

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Tata lanzó un órdago a la industria automotriz mundial en 2008, cuando presentó el Tata Nano, el coche más barato del mundo. La compañía hindú prometió que comercializaría un coche con un precio inferior a 1.000 euros. Así lo hizo y es todo un éxito en varios países con economías emergentes, pero en Europa «nos blindamos» rápidamente ante la posible invasión de este pequeño automóvil.

Casi nada más presentarse en el Salón de Nueva Delhi de 2008, la industria europea se puso manos a la obra para, en vez de pretender lanzar ella misma un coche de similares características, prohibir la entrada de este utilitario. En efecto, el pequeño Tata Nano no cumple la mayoría de las normas occidentales de homologación, de modo que su distribución en nuestro continente se dio de bruces con un muro burocrático infranqueable.

Aunque su precio final es algo superior a los anunciados 1.000 euros (al cambio está en el entorno de los 1.500 euros) y no hay duda sobre su carencia de dispositivos de seguridad obligatorios aquí -como el ESP, los airbags, etcétera-, no cabe duda de que haber llegado a producir un coche con un coste tan bajo es todo un logro y, aunque sus prestaciones sean muy modestas, logra su función principal y es un medio de transporte económico y práctico para casi la mitad de la población del mundo.

El Tata Nano no es el único proyecto de movilidad económica llevado a cabo por la compañía hindú, que también ha creado cierto revuelo con su coche de aire comprimido: el Tata AirPod.

Tata y las marcas europeas

¿No te recuerda a algún Land Rover?

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Resulta irónico que una marca de un país que fue una colonia británica acabe siendo la propietaria de dos de las marcas más emblemáticas del Imperio: Jaguar y Land Rover.

En efecto, de no ser por una marca de automóviles tan humildes como los Tata, el rancio abolengo y toda la tradición de Land Rover y Jaguar habrían desaparecido del mapa sin dejar rastro. Bueno, sí, el Ford Mondeo y el Edge.

La industria automovilística británica entró en una profunda crisis con el gobierno de Margaret Thatcher. La falta de competitividad de sus plantas, las decisiones políticas y jornadas interminables de huelgas acabaron por apuntillar al sector y todas sus compañías acabaron en manos extranjeras, que se repartieron el botín como pirañas en una pecera. BMW y VW casi llegan a las manos por Rolls-Royce y Bentley, Ford se hizo con el control de Aston Martin, BMW  con Land-Rover, Mini… y así con todas.

Cuando BMW sacó todo lo que quería de Mini, Rover y Land-Rover (principalmente de esta última, cuyo know how en vehículos como el Range Rover fue importante para el nacimiento del primer BMW X5), decidió despedazarlas, quedarse con lo que le interesaba (Mini) y vender los restos a otras compañías. Ford se quedó con Jaguar-Land Rover, y Rover y MG fueron vendidas a los chinos.

Ford mantuvo con vida ambas compañías y también sacó su provecho de ellas, hasta que en 2006 Tata se hizo con el control de Jaguar y Land-Rover. Y menuda suerte han tenido los británicos, porque ahora sí cuentan con un buen respaldo económico y unas indicaciones claras: «haz buenos coches, que de la pasta me encargo yo».

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