Reportaje

Regreso al futuro

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04 de septiembre, 2009

Alguien en Mercedes se preguntó, ¿cómo le sentaría a un 190D el motor de un C 250 CDI Bluefficiency? El resultado es curioso. Lo han llamado 190D Bluefficiency, y arroja cifras sorprendentes.

No, no se trata de recuperar modelos de hace años para volver a venderlos. De hecho, y visto desde fuera, el 190D que nos ocupa no deja de ser uno de esos Mercedes con 20 años a cuestas tan frecuentes en paíeses como Alemania. La cosa cambia cuando pisas a fondo el acelerador, porque equipa el moderno bloque de 4 cilindros turbodiésel common rail OM651 de 204 CV y 500 Nm de 1.600 a 1.800 rpm.


De modo que nos situamos ante un peculiar 190D Bluefficiency, así como lo lees, con más del doble de par máximo que sus contemporáneos de la serie W201. Por ejemplo, el 190 E 2.5-16 Evolution II lanzado en 1990 -se produjeron 502 unidades para homologar la versión de carreras del Grupo A para el DTM- se quedaba en unos irrisorios 245 Nm.


Este pecualiar ensayo derivó de una charla acerca del enorme desarrollo técnico experimentado por este tipo de motores a lo largo de los últimos 20 años. La cuestión era comprobar cómo podía afectar un propulsor tan moderno y potente en el conjunto de un vehículo de hace 2 décadas, en sus prestaciones, pero también en su estándar de seguridad, de confort… El resultado, un coche tuneado de fábrica de una tipología única.


Por ejemplo, acelera de 0 a 100 km/h en 6,2 segundos, de modo que es 11,9 segundos más rápido en esa marca que el 190D original, que en su introducción en 1983, cuando se dió a conocer como el diésel encapsulado por su reducido nivel de sonoridad, ya causaba sensación en esta parcela. El salto entre ambas generaciones es aún más abrumador valorando cifras de consumo: pese a la potencia extra el nuevo motor requiere en el veterano 190D una media de 4,9 litros a los 100, o 5,1 de acuerdo a la metodología NEDC. Esto representa una mejora del 30%, por no entrar a hablar de emisiones.


En cierto modo, la clave reside en el peso, 385 kg menor en un 190D frente a la tara que luce el vigente C 250 CDI Bluefficiency. También es cierto que éste es 16 cm más largo -y unos 9 más ancho-, y por tanto mucho más habitable, dejando al margen los nuevos dispositivos de seguridad y confort instalados. Hablamos, sin ir más lejos, de sus 7 airbag, el chasis Agility Control con flexibilidad variable, el ESP, los frenos Adaptive Brake, los asientos de contorno variable, los retrivosores exteriores calefactados…


Sin embargo, la eficiencia del C 250 CDI Bluefficiency también depende de su cuidada aerodinámica. Con un Cx de sólo 0,27 evidencia la cota del 190D, un 0,34 ciertamente brillante para la época. El progreso también toca otras áreas, como la transmisión: el viejo Mercedes se conformaba con un cambio manual de 4 marchas -el de 5 era opcional-, mientras que su sucesor en el tiempo equipa una caja de 6, a su vez beneficiado por un sinfín de mejoras encaminadas a reducir fricciones, y otras como la optimización del radiador, la dirección asistida o el alternador, a años luz de sus primigenios.

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