Ford GT 40: la venganza contra Ferrari

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Rubén Fidalgo
18 de abril, 2013
El Ford GT 40 es uno de los vehículos de competición míticos de la historia del automovilismo. A punto de cumplir medio siglo, ha sido uno de los grandes protagonistas en el evento para clásicos "El Espíritu de Montjuic", que este año ha tenido lugar en el circuito de Montmeló.
Cuentan las crónicas que en 1963 Ford estaba interesada en comprar Ferrari, y comenzó un largo y costoso proceso que acabó con un épico «cerrojazo» por parte de Don Enzo, un gesto propio de su vehemente personalidad que encendió las iras del gigante americano. En mi opinión, lo único bueno de la particular manera de ser de «il Commendatore» es que gracias a ello nacieron dos mitos del automóvil: Lamborghini y el Ford GT 40.

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Tras recibir el tosco «NO» desde Italia, Ford dio la siguiente orden a sus ingenieros: «ya que Ferrari no puede ser nuestra, quiero que la borremos de los podios en competición». Dicho y hecho. Apenas dos años después, los coches del óvalo arrasaban en la carrera más importante del mundo, consiguiendo la victoria en las 24 Horas de Le Mans en 1966, 1967, 1968 y 1969.
Sus pilotos decían de él que era el vehículo de competición con la conducción más cómoda de la época, y eso que entrar y salir de él era todo un ejercicio de flexibilidad. Su nombre, GT 40, viene de la categoría de carreras para la que fue diseñado y de la altura desde el asfalto hasta el techo del coche: sólo 40 pulgadas, apenas un metro.
Esta carrocería tan baja obligó a Ford a diseñar unas puertas que, al abrirse, se llevan casi la mitad del techo del coche con ellas; sólo así un adulto podría entrar en su habitáculo y sentar las caderas a menos de un palmo del asfalto.

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Su mecánica V8 resultó ser una de las más fiables del mundo de la competición y el Ford GT 40 se convirtió en uno de los GT más robustos de la historia, capaz de rodar vuelta tras vuelta a un ritmo endiablado sin apenas fatiga para la mecánica.
Sus proporciones son muy compactas: 4,06 m de longitud, 1,78 m de ancho, 2,41 m de batalla y 1,02 m de alto, conformando un volumen ocupado casi por completo por la mecánica de 4.737 cm3 (aunque contó con varias motorizaciones a lo largo de su dilatada vida deportiva, llegando hasta los propulsores de 7 litros), montada tras las orejas de los dos únicos ocupantes del vehículo. En total, esta «bestia» pesaba sólo 908 kg, que se tenían que repartir potencias entre los 330 y los 400 CV.
Entre 1964 y 1969 se produjeron 109 unidades y aún sobreviven muchas de ellas, algo que resalta su legendaria fiabilidad, pues la mayoría de las desaparecidas han sucumbido a los lances de la competición. La organización del evento para clásicos «El Espíritu de Montjuic» ha tenido el acierto de reunir a nada menos que 12 unidades de este modelo para hacer aquello para lo que nacieron, rodar en un circuito de carreras, concretamente en Montmeló, donde han compartido espacio con los nuevos Ford Fiesta ST. Allí también estuvo uno de los escasísimos GT 40 Roadster fabricados: se había dado por desaparecido en un accidente… y se ha reconstruido tras su hallazgo.
Así suena el Ford GT 40 en Montmeló
La secuela del Ford GT 40

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Este automóvil tan emblemático ha sido objeto de múltiples réplicas, más o menos afortunadas, convirtiéndose en unos de los coches más «reproducidos» de la historia. En 2003, Ford quiso rendir homenaje al mito y lanzó un modelo que emulaba las formas del auténtico, reinterpretadas para el nuevo milenio: el Ford GT, que perdía el 40 al aumentar su altura para que fuese más adecuado para las tallas actuales, siendo 11 cm más alto y 600 kg más pesado, y con una potencia cercana a los 550 CV.
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Comentarios
No han sido muchas las veces que he podido tener cerca un Ford GT 40, pero siempre me ha impresionado y su secuela, me parece uno de los mejores homenajes que se pueden hacer de un mito.