¿Cuál fue el primer coche con turbo?

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Rubén Fidalgo
01 de mayo, 2020
Esta pregunta tiene cierta enjundia y hay muchas discusiones al respecto. Unos dicen que el BMW 2002, otros que el Saab 99, otros que el Chevrolet Corvair... vamos a ver por qué la respuesta no es tan evidente, aunque debería serlo.
Existe bastante confusión sobre cuál fue el primer automóvil en instalar un turbo en el motor para mejorar su rendimiento. Para hacer un poco de memoria, conviene recordar que el turbocompresor es una máquina que se inventó en los años veinte del siglo pasado (por Sanford Moss) porque los aviones cada vez alcanzaban más altitud y los motores perdían mucho rendimiento al bajar la densidad del aire de admisión. Lo que hacían era comprimir ese aire para mantener las prestaciones. Por ese motivo, en un principio a los turbocompresores se los conocía como «compensadores de altitud» en aeronáutica.
Aunque parezca lo contrario, trasplantar esa tecnología a un motor de un automóvil era muy complicado. En un avión el motor trabaja a regímenes más constantes, mientras que en un coche estamos constantemente acelerando, frenando… y además, no es lo mismo transferir la potencia a una hélice que gira en el aire, que a una rueda «atada» al suelo.
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Hubo muchos intentos de implementar los turbos en los automóviles, pero no pasaron de prototipos. El primero que consiguió que un turbo fuese eficaz en un coche de calle fue Oldsmobile en 1962. Gracias a esta característica, el Oldsmobile Jetfire Rocket (ya ves que el nombre hace claramente alusión a la aviación) se convirtió en uno de los coches más avanzados tecnológicamente del momento.
Oldsmobile Jetfire Rocket (1962): el primer coche con turbo

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El Oldsmobile Jetfire Rocket de 1962 presentaba un motor muy avanzado, sobre todo para los estándares americanos, que seguían montando motores con bloques y culatas de hierro fundido, distribución por árbol de levas central…vamos, antiguallas.
Para empezar, aunque era un V8 tenía una cilindrada más bien compacta de «solo» 3,5 litros (en EE.UU. todo lo que no fuese un 5 litros era pequeño en aquellos años) y, además, fabricado en aleación ligera. Constaba de un único turbo Garret T5 que soplaba el aire aspirado por el carburador y lo comprimía, un esquema como el que comentábamos en el reportaje sobre la historia del Renault 5 Turbo.
El motor con el turbo soplando a pleno pulmón tenía una relación de compresión muy elevada, nada menos que 10,25 a 1, lo que provocaba riesgo de picado de biela y sobrecalentamiento, así que los de Oldsmobile instalaron un complicadísimo sistema de inyección de agua y metanol en los cilindros.
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Con esta configuración, el Oldsmobile Jetfire Rocket ofrecía una potencia de 215 CV a sólo 4.600 rpm y un par motor muy bueno de 410 Nm a apenas 3.000 rpm. Sus prestaciones eran muy buenas y el coche tenía unas buenas recuperaciones, pero no eran mucho mejores que las de otros rivales con mecánicas mucho más sencillas que simplemente usaban cilindros más grandes para quemar más aire e igualar la potencia.
El motor era complicado y menos fiable que los de sus rivales, así que Oldsmobile abandonó la idea después de vender poco más de 9.000 ejemplares de los que apenas sobreviven un centenar de ejemplares con el motor original.
Chevrolet Corvair Monza Turbo (1966): antes que el Porsche 911

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En 1963 Oldsmobile dejó de vender el Jetfire Rocket, pero lo del turbo había creado mucha expectación. Chevrolet decidió que sería buena idea volver a intentarlo y así presentó en 1965 una versión sobrealimentada del motor de 6 cilindros refrigerado por aire que superaba los 150 CV, llegando hasta los 180 CV en algunas versiones del Chevrolet Corvair Monza y Spider, una cifra más que destacabale.
Por desgracia, las versiones turbo del Corvair nacieron casi al tiempo que se publicaba el libro de Ralph Nader «Unsafe at any Speed» (peligroso a cualquier velocidad) en el que se hacía una dura crítica contra toda la industria automotriz americana, pero con mucho acento puesto en el Corvair. Una vez más, un coche turbo era un rotundo fracaso comercial.
BMW 2002 Turbo 1973: el error egocéntrico

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No son pocas las veces que he escuchado y leído que este BMW fue el primer coche con turbo, lo cual es rotundamente falso. Al otro lado del Atlántico ya se habían comercializado dos modelos con esta tecnología y, pese a ser rotundos fracasos comerciales, se vendieron en series mucho mas numerosas que éste, del que sólo se fabricaron 1.672 ejemplares. Estamos en 1973 cuando BMW presenta el 2002 Turbo, casi 10 años más tarde que el Oldsmobile Jetfire Rocket.
No fue nada sencillo añadir un turbo KKK al motor del BMW 2002 Tii. El resultado en cuanto a rendimiento fue extraordinario y el 2 litros de 4 cilindros con la delicada inyección mecánica Kugelfischer pasó de 130 a 170 CV, pero ni la fiabilidad ni la docilidad fueron sus puntos fuertes.
Para que la culata y las bielas no saltasen por los aires, fue necesario reducir la relación de compresión del motor a sólo 6,9 a 1, de ese modo podía admitir la sobrepresión generada por el turbo sin desintegrarse y sin provocar picado de biela. El problema es que esto provocaba que el motor tuviese una respuesta muy pobre mientras el turbo no era capaz de generar presión en la admisión. Esto, unido a un turbo con mucha inercia y el largo recorrido que tenía que recorrer el aire de admisión desde el compresor hasta los cilindros, hacía que tuviese mucho retraso de respuesta y que, después de pisar el acelerador, llegasen los caballos a lo bestia después de unos instantes en los que aquello estaba poco menos que muerto.
Brutal en aceleraciones y sensaciones, el BMW 2002 Turbo exigía una conducción con el cuchillo en los dientes y muy buenas manos a sus pilotos. Los problemas de fiabilidad, la complicada conducción y la crisis del petróleo casi simultánea al nacimiento del modelo acabaron pronto con este mítico automóvil.
Saab 99 Turbo (1977): por fin un éxito rotundo

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Tres años después de que BMW abandonase la idea de usar el turbo en sus coches, los suecos (que llevaban años haciendo pruebas para lograr una buena respuesta en un motor de automóvil y con mucha experiencia en sobrealimentaciones en motores diésel y de aviación) presentaban en 1977 el Saab 99 Turbo.
Los ingenieros de Saab modificaron por completo la forma en la que se integraba el turbo en el motor. Para empezar, no rebajaban demasiado la compresión del motor respecto al atmosférico y montaban un turbo de un tamaño más equilibrado buscando un menor retardo en su respuesta. El resultado fue sensacional y el 2 litros de inyección K-Jetronic de Bosch de la segunda generación del Saab EMS aceptaba de muy buen grado el trabajo de su nuevo turbo Garret. La potencia pasaba de apenas 120 CV a 145 CV, pero lo más impresionante era lo que se lograba con el par motor.
Desde el principio, los ingenieros de Saab tuvieron claro que los conductores en carretera lo que más usan del motor es el par que entrega. En conducción en carretera abierta apenas usamos la potencia máxima, siempre usamos el motor en su zona intermedia, de ahí que diseñasen la sobrealimentación para mejorar este parámetro. Gracias al incremento de par de un 50%, el Saab 99 turbo barría a la competencia (entre la que estaban modelos como el BMW 528, el Mercedes 280 E, el Porsche 924…) en recuperaciones, en el kilómetro con salida parada, en el kilómetro lanzado y casi también en aceleración pura en el 0-100 km/h.
Lo mejor de todo es que el Saab 99 Turbo conseguía unas buenas prestaciones con una conducción muy agradable y también con una excelente fiabilidad. Para remachar estos buenos resultados en «el mundo civil», el equipo de competición de Saab logró un hito importante: el Saab 99 fue el primer coche en ganar una prueba del Mundial de Rallys con un motor turbo. A partir de ahí ya nada volvió a ser igual. En competición el turbo empezó a arrasar y la sobrealimentación se convirtió en una de las principales señas de identidad de Saab.
Al éxito del Saab 99 Turbo le sucedió el del Saab 900 preGM, que tiene el honor de ser el primer automóvil en combinar la sobrealimentación mediante turbocompresor con una culata de 4 válvulas por cilindro en su mítico Saab 900 SPG.
Así pues, ya tienes tres coches que fueron pioneros en el uso del turbo, de ahí que suela haber confusiones respecto a cuál fue el primero. Desde luego, el primero absoluto fue el Oldsmobile. El primero en Europa fue el BMW, pero el primero en conseguir que eso del turbo funcionase bien y se generalizase fue el Saab.
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