Coches míticos: Peugeot 205 Rallye, más exclusivo que un GTi

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Rubén Fidalgo
12 de abril, 2020
Mucho se habla del Peugeot 205 GTi, lo cual deja injustamente fuera a otra versión que no le envidiaba demasiado en prestaciones y que ha sido un formidable coche escuela para muchos pilotos. Aquí va nuestro homenaje al Peugeot 205 Rallye.
Cuando hablas del Peugeot 205 a todo el mundo le vienen a la mente dos cosas: el GTi y el famoso «Contigo al fin del mundo» que servía de reclamo en los modelos diésel para destacar su formidable fiabilidad y autonomía. Lo cierto es que el Peugeot 205 fue un modelo redondo en todos los aspectos y todas sus versiones se merecen un homenaje porque la inmensa mayoría prestaron un servicio excelente a sus propietarios.
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Una de las que tuvo que vivir a la sombra del GTi fue la del Peugeot 205 Rallye, uno de los mejores «coches escuela» para los conductores más sport de su generación. La verdad es que resulta extraño que acapare menos titulares que el GTi, teniendo en cuenta que el Rallye es mucho más exclusivo ya que apenas se fabricaron 30.000 casi diez veces menos que del GTi. De hecho, las versiones Rallye del primer año de producción (apenas medio centenar) son los Peugeot 205 más cotizados de todos.
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El Peugeot 205 Rallye era una versión auténticamente deportiva, desprovista de los lujos que tenían otros como el GTi, sin elevalunas, sin asientos con inserciones de piel sintética… pero con mucho temperamento, pura esencia. Un ejemplo de la ausencia de cualquier elemento superfluo está en sus llantas, que eran de chapa pintada y sin tapacubos. Tal vez no fuesen tan llamativas como las de aleación de los GTX y GTi, pero eran más ligeras que ellas y más eficaces.
Peugeot 205 Rallye: sin distracciones

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Las versiones Rallye se diferenciaban estéticamente por una menor altura libre al suelo (las suspensiones eran más bajas, con diferentes barras estabilizadoras y también tarado de amortiguadores), las llantas desnudas lacadas en blanco y la bandera de 4 colores (rojo, negro amarillo y azul) de Peugeot Sport en la parrilla delantera y sobre el portón trasero.
En el interior tampoco había diferencias más allá de los detalles en rojo de las moquetas, cinturones de seguridad, y pomo del cambio, siendo sus asientos envolventes lo más interesante. Su diseño era idéntico al de los asientos del GTi, pero sin las inserciones en símil piel.
Nada de sistema de audio ni de infoentretenimiento, el Peugeot 205 Rallye era un coche para pilotar y exigía toda la atención, nada de distracciones.
El motor del Peugeot 205 Rally era relativamente sencillo, con una concepción muy tradicional, pero bien ejecutada y con una puesta a punto de la vieja escuela, a base de carburación gorda y capaz de respirar bien arriba gracias a una distribución bastante «brava».
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Sus dos carburadores dobles con las guillotinas completamente abiertas y un filtro de aire de competición hacían que su motor 1.3 rindiese 103 CV de potencia rozando las 7.000 rpm. No está nada mal para un coche que pesaba sólo 850 kg con el conductor.
Con las suspensiones retocadas por los especialistas de Peugeot, el 205 Rallye tenía mucho carácter. Gracias a su poco peso tenía muy pocas inercias y reaccionaba casi instantáneamente a lo que le pedía su conductor. Aunque su tendencia natural era algo subviradora, el eje trasero era fácil de provocar para que reaccionase y ayudase a redondear los giros, siempre de forma bastante progresiva, otra ventaja de pesar poco, que cuando la cosa se desmadra, no hay que luchar contra unas inercias tremendas.
Sus frenos delanteros eran autoventilados y los traseros de tambor, pero la parte trasera apenas tenía trabajo en las frenadas al límite, de modo que no sufrían demasiado por temperatura y, a cambio, trababan rápidamente al tensar el freno de mano si hacía falta recurrir a ello en alguna apurada.
Sí, el Peugeot 205 GTi sacaba una buena ventaja del mayor poderío de su mecánica, pero el 205 Rallye tenía más carácter y era más sport. Para empezar, el sonido del motor era más puro, con ese toque tan característico de aspiración que sólo consiguen los motores de carburación directa con una mariposa para cada cilindro, pero también su peso más liviano (el GTi arrojaba algo más de 100 kg extras en la báscula) hacía que el Rallye resultase más vivo y ágil, un perfecto coche escuela.
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