Reportaje

Coches míticos: Nissan Bluebird, el mirlo de oriente

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03 de abril, 2021

El Bluebird es una de las sagas más longevas y con más historia en la familia Nissan, aunque en nuestro mercado sólo hemos disfrutado de una de ellas que, a mediados de los ochenta, era uno de los coches más deseables de su categoría. Aquí va nuestro homenaje a esta berlina que apenas tenía rivales a su altura hace 3 décadas.

Después de varias décadas cerrada a los vehículos importados, España poco a poco iba teniendo un parque automovilístico menos monótono en los años ochenta. Sin embargo, para proteger algo las fábricas europeas, las importaciones desde Japón llegaban con cuentagotas debido a unos cupos limitados. Uno de los primeros coches japoneses que se podía comprar en la península fue nuestro protagonista, el Nissan Bluebird, que se libraba de estos cupos al fabricarse en el Reino Unido a partir de 1988, pero con calidad nipona, según rezaba la publicidad de la época.

Conviene especificar que, más que el mercado español, era el peninsular (aunque Portugal gozaba de muy buenas relaciones con las marcas japonesas, gracias entre otras cosas a Salvador Caetano, que supo traerse a su país la producción de varios modelos de Toyota) el que estaba limitado. Las Islas Canarias gozaban de ciertas prebendas y, por eso, es muy probable que cuando veas un coche clásico japonés con matrícula española, sea de GC o TF.

Desde 1983 en España se fue creando una red de concesionarios de Nissan que tenían en su catálogo un verdadero superventas y el primer coche japonés que se pudo comprar en nuestras fronteras, el Nissan Patrol, que se fabricaba en las factorías de Ebro, algo similar a lo que sucedía con los Land Rover Santana.

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Para ampliar la oferta de la nueva red de la nueva marca implantada en España, en 1986 se añadió al catálogo el Nissan Bluebird, una berlina que hoy en día sería un compacto, con apenas de 4,46 metros de longitud (4,53 en el caso de los Turbo SGX con paragolpes más prominentes), pero que por precio y posicionamiento competía con modelos de mayores dimensiones, como el Citroën CX, el Saab 900 o BMW Serie 3 y es que, sus más de tres millones de pesetas, lo ponían en otra liga alejada de modelos como el Talbot Solara, el Austin Montego/MG, Rover 216 o el VW Santana, que serían rivales más naturales. Con un precio por encima de los tres millones, parte de ese sobrecoste se debía a que los primeros meses de vida comercial, los Bluebird que llegaban a España venían de Japón.

De este modo, y junto con el Toyota Land Cruiser que se fabricaba en Portugal, llegaban los primeros japoneses al mercado nacional, que pronto serían seguidos por otros modelos excepcionales como el Mitsubishi Galant, el Mazda 626, Honda Accord y Prelude, etc.

Nissan Bluebird: una saga con tradición

El Bluebird que se vendió en España era el de la generación T12.

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Nissan introdujo la denominación Bluebird en sus modelos en 1957, pero la generación que pudimos disfrutar en España fue la que se presentó en 1986, denominada T12 y que contaba con 3 tipos de carrocería: berlina de 3 volúmenes, hatchback de 5 puertas y SW. En nuestro mercado el SW no se comercializó porque esa carrocería se producía exclusivamente en Japón, a diferencia de las otras dos que se montaban en el Reino Unido, lo que le permitía librarse de los famosos cupos de importación.

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El Nissan Bluebird T12 se produjo entre 1986 y 1990. No son muchos años y, además, su elevado precio tampoco ayudaba a que este coche fuese un superventas, lo que hizo que fuese un modelo muy exclusivo y deseado, pero no sólo por eso el Bluebird se merece estar entre los coches míticos, hay más cosas que hacen que este automóvil se merezca un reconocimiento especial, como iremos viendo.

En aquellos años, aunque las marcas alemanas gozaban de un estatus especial, el mercado no estaba tan polarizado como en la actualidad y la lucha en el segmento premium estaba más abierta, no era el «sota, caballo y rey» que tenemos en la actualidad y Nissan supo posicionarse con un coche de excelente calidad y diseño diferenciado en el que, su mirlo azul, sería la versión Turbo.

Nissan Bluebird: 4 posibles mecánicas

El Turbo de 135 CV era el tope de la gama Bluebird.

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El Nissan Bluebird en nuestro mercado estuvo disponible con cuatro mecánicas, aunque el diésel y el 1,6 de gasolina no se ofrecerían desde el principio. El acceso por potencia era el diésel de  2 litros y 67 CV que destacaba más por su consumo y suavidad de funcionamiento comparado con sus rivales de la época que por prestaciones.

El siguiente peldaño estaba en el 1.6 de gasolina con 84 CV que se introdujo en el último año de producción del modelo y cuyas ventas fueron menores que las de los dos siguientes motores, el 2 litros de gasolina de 102 CV y el 1.8 turbo de 135 CV. Este motor 1.6 de gasolina sería más popular en los Nissan Almera y Nissan Primera que llegarían para dar relevo al Bluebird.

Vamos a centrarnos un poco más en el 1.8 Turbo SGX, que es el que anima al protagonista de nuestras fotos, cedidas amablemente por su amo, Manolín Viejesglories, a quien tal vez conozcas por su actividad en varias redes sociales.

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Este motor de 4 cilindros y 8 válvulas era muy robusto, con soluciones muy probadas y más atención puesta en el par y el agrado de uso que en las prestaciones puras, que tampoco eran malas. Con un peso en orden de marcha en el entorno de los 1.200 kg, sus 135 CV y casi 200 Nm de par movían con mucha soltura al Bluebird. Anunciaba una velocidad máxima de 192 km/h y una aceleración de 0-100 km/h en 9 segundos, cifras que no estaban nada mal en 1986.

Para hacernos una idea de la formidable calidad y fiabilidad de estos coches, el ejemplar de las fotos tiene más de 600.000 km encima y hasta los asientos parecen estar casi como el primer día.

Esta mecánica estaba disponible en dos acabados, el SGX que puedes ver en la galería de fotos y el GTi. El primero gozaba de un equipamiento más lujoso, mientras que el GTi añadía un toque más sport gracias a un pequeño spoiler sobre la tapa del maletero, taloneras y faldones más prominentes.

Nissan Bluebird; cómodo y de calidad excepcional

El interior es el típico de los modelos japoneses de los ochenta.

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Pese a no llegar a los 4,5 metros de longitud (los Turbo SGX superaban esa cota por poco, pero sólo debido al tamaño extra de los paragolpes), el Nissan Bluebird tenía un interior en el que una familia viajaba con buenos niveles de confort y un buen maletero. El diseño del salpicadero era el típico de los modelos japoneses de la época, con formas muy cuadradas y un cuadro de instrumentos repleto de información.

Los materiales plásticos son de excelente calidad y también las tapicerías, que soportan muy bien el paso del tiempo y, además los asientos tienen una buena ergonomía y confort.

El equipamiento era completo, acorde con un precio superior al de la mayoría de sus rivales y entre sus gadgets más llamativos, destacan elementos como el limpiaparabrisas con 6 velocidades de barrido o el sistema de suspensión con amortiguadores de dureza regulable, un sistema que hoy tampoco es frecuente y que hace 35 años estaba al alcance de muy pocos modelos, entre ellos, el Mitsubishi Galant que llegaría casi dos años después.

Una característica muy especial que me comenta su propietario como usuario, es el característico sonido de la mecánica al acelerar, similar al de un avión en las fases de despegue. En las revistas de la época se alababa el confort de marcha y la calidad de rodadura.

Nissan Bluebird: un sueño de los ochenta

El diseño del Bluebird era muy equilibrado y su fabricación impecable.

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No fue nada sencillo que los japoneses lograsen fabricar en el Reino Unido. Las marcas británicas estaban ya en peligro de extinción, en gran parte debido a su mala fama en cuanto a calidades y fiabilidad, justo en el extremo opuesto a las japonesas. Tanto Nissan como Honda exigieron unos estándares en sus factorías británicas a los que no estaban acostumbrados los ingleses, pero lo cierto es que cumplieron bien y lograron el objetivo.

Las formas del Nissan Bluebird no son espectaculares, de hecho, se parecen bastante a las de modelos de la época como los Honda Accord/Rover contemporáneos o al Austin Montego. Sin embargo, tiene detalles que marcaban una clara diferencia y le daban mucha personalidad. Personalmente, una de esas cosas que me cautivaban cuando llegó el Bluebird al mercado eran las salidas de descompresión del habitáculo en las equinas de los pilotos traseros, que le daban un punto muy sport a una berlina muy clásica, junto con las llantas de aleación de color blanco en 15 pulgadas.

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Es curioso que un coche de formas tradicionales y sencillas lograse llamar la atención como lo hacía. Gran parte del truco, además de esos toques de maquillaje, estaba en el impecable ajuste de cada parte de la carrocería. Los parachoques prominentes perfectamente alineados con el resto de la carrocería y molduras, los encajes de los marcos de puerta, los tiradores, las molduras, el parabrisas y la luneta trasera… uno ve un coche muy bien armado cuando está frente a un Bluebird, un modelo que era muy deseado en la época, pero que el precio dejaba al alcance de unos pocos.

Las ventas en España no fueron tan numerosas como en otros mercados donde su precio era más acorde con los salarios de sus clases medias, pero el Bluebird se vendió razonablemente bien, hasta el punto de que para producir las 40.000 unidades anuales que demandaba el mercado europeo, se tuvo que añadir un tercer turno de trabajo en la factoría británica.

Con un chasis muy robusto, una mecánica fiable y de buenas prestaciones, buenos frenos, una dirección muy precisa y una suspensión muy equilibrada, los Nissan Bluebird estaban por encima de la media en comportamiento dinámico, lo que los hizo bastante deseables entre los conductores de perfil más sport, sobre todo las versiones GTi, que tenían en el MG Montego Turbo a su principal rival, aunque el modelo inglés destacó más por su falta de fiabilidad que por su rendimiento.

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