Renault Twingo: lo probamos

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Rubén Fidalgo
16 de julio, 2012
Desde su nacimiento, el Renault Twingo ha sido un referente entre los pequeños utilitarios. Hace poco ha sido sometido a una puesta al día para actualizarse y potenciar aún más sus buenas cualidades. Perfecto para la ciudad, en esta prueba escudriñamos todas sus posibilidades.
Recuerdo cuando salió el primer Twingo. Por aquel entonces, unos amigos de la familia estaban pensando en comprarle uno a su hija para ir a la universidad. Me preguntaron qué me parecía «el coche con el interior de colorines que había sacado Renault» y que gustaba tanto a su «pequeña». Les dije que era un modelo muy práctico, que el motor era fiable y que además los asientos podían convertir el interior de aquel vehículo en una cama. Tras este comentario, se miraron el uno al otro y al final optaron por otro automóvil más «casto». Como siempre, lo que para uno son ventajas, para otros no lo son tanto…
Tal vez en la marca francesa se hayan guiado por ese punto de vista, ya que el nuevo Renault Twingo no puede transformarse en un dormitorio, aunque echar una cabezada en un largo viaje se puede hacer más confortablemente que en otros modelos incluso de mayores dimensiones.
El primer Twingo se ganó el corazón de muchos con su desparpajo. Recuerdo que incluso había chistes sobre su aspecto y con ello consiguió ser un éxito, hasta el punto de mantenerse a la venta nada menos que durante 17 años, desde 1991 hasta 2008, todo un récord.
La segunda generación perdió un poco de ese aire desenfadado, el volante pasó de ser de colores chillones a un austero negro y su línea, más convencional.

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Al nuevo Renault Twingo que puedes ver en las fotos le han dado un retoque para recuperar parte de esa imagen de «colega» que tenía el primero. Un frontal con una mirada más simpática gracias a unos faros que me recuerdan a los del Skoda Yeti son parte de esta transformación. La parte trasera también ha ganado presencia gracias a las ópticas que se replican sobre el portón.
La vista lateral es más convencional: una zaga casi vertical para aprovechar cada centímetro de espacio disponible y una gran puerta para permitir un fácil acceso a las plazas traseras son sus características principales.

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El interior del nuevo Twingo sorprende por su amplitud, sobre todo en los asientos posteriores. La unidad de pruebas dispone de la opción de la banqueta trasera en dos piezas; de este modo, podemos regular longitudinalmente de forma muy generosa las dos plazas, permitiendo configurar un maletero más o menos grande en función de la medida de las piernas de nuestros pasajeros.
En la posición más retrasada, los viajeros de la segunda fila disponen de más espacio para las rodillas que en muchas berlinas compactas e incluso grandes berlinas del mercado. La anchura limita la capacidad a dos adultos, pero irán «a pierna suelta».
Para el conductor y el copiloto, el espacio es también muy diáfano. El sencillo salpicadero y el pequeño motor dejan mucha amplitud en las plazas delanteras.
Los asientos tienen una tapicería juvenil, pero sus sencillas formas y corta banqueta no parecen ofrecer demasiado confort… A lo largo de los kilómetros, descubriré que estoy equivocado. No son los de una limusina, pero son mucho más cómodos de lo que su apariencia pueda indicar.
El cuadro de instrumentos es muy escueto, aunque de fácil lectura: velocímetro, aforador de combustible, pantalla del ordenador y radio. No necesitas más para ponerte en marcha.
Me voy de «Twinging»… con el Renault Twingo
La verdad es que este coche es una delicia en el tráfico urbano. Su tamaño te permite aparcarlo en casi cualquier sitio (no hay muchos huecos más pequeños que el Renault Twingo), los mandos se manejan fácilmente y tiene una buena visibilidad. La luna trasera es tan vertical que, aunque no tenga sensores de aparcamiento, puedes ver perfectamente dónde acaba el coche en las maniobras.

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El motor no tiene demasiada potencia, olvídate de aceleraciones fulgurantes. Para incorporarnos en las circunvalaciones, habrá que estirar las marchas. Ningún problema, ya que esto es algo que la mecánica hace muy bien. Lo que no me agrada tanto es el tacto del cambio, algo «gomoso».
Aunque no nos sobran los caballos bajo el pie, tampoco piden demasiado heno: nos moveremos por el tráfico de la ciudad por menos de 6 l/100km sin dispositivos como Start&Stop o similares. Así, podemos ir a hacer la compra, por ejemplo. El maletero puede crecer de manera generosa desplazando los asientos traseros hacia delante y, si no es suficiente, podemos abatirlos. La maniobra es muy sencilla, pero el mecanismo que tiene para fijarlos no me convence del todo: una goma con un gancho (como los pulpos para los bultos de la baca) sujeta el asiento a las guías del reposacabezas. Sinceramente, tener un elástico tenso detrás de la oreja no me inspira mucha tranquilidad.
De viaje con el pequeño Renault Twingo
Toca salir de la «Madrid-guera» con el Twingo y ver cómo se defiende fuera de su hábitat. Nos metemos en la autopista y rápidamente nos damos cuenta de que la potencia disponible nos va a obligar a utilizar el cambio con frecuencia para mantener la velocidad máxima legal. Nos ha tocado viajar con mucho viento y lluvia y, aunque el primero se nota, el Renault Twingo avanza valiente. Y en estas condiciones adversas, el consumo sigue sin dispararse.
Los asientos me demuestran que son mejores de lo que pensaba. Los kilómetros pasan y no noto demasiado el cansancio. Tampoco la rumorosidad interior es molesta y puedo mantener una amena conversación con mi copiloto sin problemas.

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El control de crucero y el limitador de velocidad son una garantía para evitar multas, así que los utilizamos en cuanto deja de llover (el manual de los coches suele recomendar que no se usen cuando las condiciones climatológicas o del tráfico no son las idóneas). Los mandos más usuales están bien ubicados en el volante, pero la tecla que te permite seleccionar entre control de crucero o limitador está casi escondida a la izquierda de la columna de la dirección, junto a las ruletas que regulan la altura de los faros y la intensidad de la luz del cuadro. Lo encuentro poco práctico.
Echo de menos una mejor luz en los faros principales. El Twingo equipa una parábola única con lámpara H4: una misma bombilla con dos filamentos tiene que dar la luz corta y la larga. Habitualmente, esto hace que o bien tengamos un faro muy especializado en la luz de cruce o en la larga, pero no en las dos. Para eso haría falta una doble parábola (una para cruce y otra para carretera) o bi-xenón.
Afortunadamente, los nuevos faros antiniebla suplementarios iluminan bastante bien y los vamos a utilizar con la fuerte lluvia para ver de forma correcta los arcenes. Sólo los delanteros, la luz de niebla trasera molesta demasiado al resto del tráfico en estas condiciones.
El chasis del Renault Twingo tiene un comportamiento muy noble. Pese a su corta batalla, las curvas rápidas se toman sin problemas y las juntas de dilatación de los puentes no lo descolocan. En carretera «retorcida» tenemos la misma sensación; tanto la medida de las ruedas como las suspensiones están muy bien escogidas para este coche. El Twingo puede ir rápido de forma segura y fácil. La trasera no es nada nerviosa: pese a lo mojada que está la carretera, la sensación es tranquilizadora.

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El único punto débil de este Renault en carretera es la potencia del motor. Los adelantamientos se hacen eternos y para ir con cierta soltura es necesario llevar el propulsor hasta el tope de vueltas. Como carece de tacómetro, habrá que memorizar dónde está el corte de cada marcha (en segunda a 90 km/h, en tercera a 130 km/h) y nos moveremos en esas dos relaciones para hacer las maniobras. Afortunadamente la mecánica 1.2 respira muy bien en la zona alta y no protesta demasiado cuando la «exprimimos».
La dirección es suficientemente precisa y los frenos cumplen sobradamente para detener este Renault, que no se pasa en la báscula.
El Renault Twingo, en el circuito
La unidad que tenemos en nuestras manos equipa el paquete de seguridad que incluye el control electrónico de estabilidad. En el circuito de A Pastoriza, probamos el Renault Twingo al límite y el coche nos demuestra que las sensaciones iniciales eran correctas: es bastante sencillo de llevar y razonablemente ágil.
El ESP no tiene demasiado trabajo. La escasa potencia apenas provoca pérdidas de motricidad, aunque hagamos las cosas rematadamente mal con el gas en las curvas. El balanceo no es excesivo y las ruedas no ponen en apuros la suspensión del Twingo. El paso por curva es muy bueno, gracias a su peso contenido.
Conclusión
He de reconocer que este coche me ha cautivado. Me parece un modelo muy recomendable para moverse en la ciudad: es pequeño, sus consumos están muy ajustados y su amplitud interior sorprende. Por su precio, podríamos saltar al siguiente segmento, hasta el Kia Rio 1.2. de prestaciones similares y mucho más amplio, aunque también más aparatoso para callejear que el recortado Renault Twingo.

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Seat Mii, Volkswagen Up! y Skoda Citigo, por nombrar algunos rivales más, tienen detalles de acabado mejores, pero carecen de la versatilidad de este Renault, que claramente saca provecho de la experiencia que posee en el campo de los monovolúmenes.
Así pues, si tienes que realizar viajes fuera de la ciudad con frecuencia, echarás en falta algo más de potencia, pero en la ciudad, este pequeño automóvil está muy bien dotado y es una opción muy recomendable. Aunque no hay versión diésel, no la necesita. Los consumos son muy ajustados y el coste de mantenimiento de esta sencilla mecánica es bastante contenido.
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Comentarios
No veo tan parco el consumo de ese motor, 1.2., 75 cv de Renault; 7 litros en uso normal, ciudad-carretera. No baja de esa cifra.