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Peugeot RCZ 1.6 THP 200 CV

Peugeot RCZ 1.6 THP 200 CV

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25 de marzo, 2011

Pruebo la versión más potente del deportivo galo que, además, es la ideal si te gusta disfrutar al volante. ¡Su chasis puede con todo!

Me pongo al volante de la versión más potente del Peugeot RCZ. Rival de la mecánica intermedia 2.0 TFSI del Audi TT que rinde 211 CV y del BMW Z4 sDrive23i -el acceso a la gama del roadster alemán-, a pesar de no ser un modelo premium y estar más cerca de los Alfa Romeo Brera o Volkswagen Scirocco.

De su estética destacan los travesaños cromados de la carrocería, el techo con doble joroba” y una trasera ancha y aplomada con un alerón retráctil automático -que se levanta 19° a más de 85 km/h, 34° cuando pasas de 155 km/h, a 145 km/h vuleve a 19º y se cierra por debajo de 55 km/h– o manual, mediante un botón en el túnel de la transmisión. Por lo demás, el frontal mantiene el aire de familia de la gama del león.

Interior

El habitáculo, como ya sabes, es de 2+2 plazas y ofrece una gran calidad -tanto por los materiales empleados como por sus remates-. En las plazas delanteras te esperan unos asientos deportivos que me recuerdan a los de un Porsche 911, por sujeción en curva y adaptación al cuerpo. Pero la ergonomía tiene una laguna importante: la distancia a la que quedan los mandos del cuadro y la consola central, alejados tras colocar el asiento y la dirección -regulable en altura y profundidad, pero con un volante que estorba- a mi altura, cercana a 1,80 metros.

Atrás, mejor sólo para «emergencias» o la sillita de un niño pequeño ya que el acceso y la salida son casi imposibles. Olvídate de desplazamientos largos porque la altura libre a la luneta trasera y el espacio para las piernas son mínimos. Además, los cinturones traseros son un poco especiales y complicados la primera vez que te los pones: del centro del banco sale un cinturón para cada lado con dos lengüetas. Una se engancha en la hebilla pegada a la ventanilla y, después, la otra en la del centro -como si fuese una z-. Sin embargo, el maletero ofrece una gran boca de carga, más baja que en otros modelos del segmento -lo que facilita su aprovechamiento-, con una capacidad a la altura de la de un compacto.

En los 31.400 euros que cuesta este tope de gama, tienes un completo equipamiento de confort, seguridad activa y pasiva. Si pagas 920 euros más, el paquete Vision añade faros bixenón direccionales con lavafaros y regulación automática del haz en altura. El pack Confort, por 510 euros, suma sensores de luz y lluvia, retrovisores eléctricos y plegables, retrovisor interior fotosensible, iluminación de aproximación y ayuda al aparcamiento delantero. Por otra parte, los asientos de cuero cuestan 2.500 euros, y si quieres todo el interior en cuero -paquete Cuero Integral-, 3.500 euros -en ambos casos se incluye el pack Confort-. El navegador con bluetooth, disco duro y USB tiene un sobreprecio de 2.000 euros, la alarma de 360 euros y el sistema de sonido JBL -con 6 altavoces y un amplificador de 240 W-, 510 euros.

Es decir, que tienes el RCZ más potente y equipado por unos 38.000 euros. ¿Qué modelo del segmento ofrece semejante relación entre calidad, equipamiento y precio?

Comportamiento y Prestaciones

El Peugeot RCZ 1.6 THP 200 CV es ágil y robusto, incluso en las curvas más cerradas. La dirección es eficaz e inmediata como pocas, lo que garantiza diversión a sus mandos en carreteras viradas; y más con una suspensión firme que acompaña a este conjunto, aplomado y estable -en parte, gracias a su generoso calzado opcional, de medidas 235/40 R19-. Sólo cuando entras al viraje pasado, subvira un poco, como cualquier tracción delantera -lo que se arregla con freno y volante-.

Pero la mejor sensación, a sus mandos, la he tenido en tramos de curvas rápidas y enlazadas, en los que este deportivo da lo mejor de sí con una zaga que acompaña, sin hacerse notar más de la cuenta. Tampoco el tren delantero que admite bien la potencia, con raras pérdidas de tracción en seco, más comunes en mojado. Y todo, mientras un sonido mecánico grave y de resonancia metálica -regulado según la aceleración y la velocidad mediante el sistema Sound, y elevado para hacer un viaje por autovía- te incita a jugar con su cambio manual de 6 relaciones, desarrollos ajustados, recorridos no muy largos y tacto más bien duro, pero algo tosco en las inserciones.

Su motor sobrealimentado, y con inyección directa, ofrece 255 Nm de par275 Nm con la función overboost– entre 1.700 y 4.500 rpm. Por debajo de esas revoluciones, antes de notar la acción del turbo, sube bien de vueltas gracias a la apertura variable de las válvulas de admisión; y por encima continúa progresivo, entregando la potencia máxima, concretamente 1.000 vueltas más alto que el final del par máximo -entre 5.500 y 6.800 rpm, cerca del corte- sin que lo veas desfallecer.

Acelera de 0 a 100 km/h en 7,5 segundos y alcanza 237 km/h de punta, el pedal derecho tiene un botón similar al kickdown de un cambio automático para mejorar la respuesta, con unos consumos según la marca de 9,1 litros en ciudad, 5,6 en carretera y 6,9 en ciclo combinado, realistas si los comparo con los que he conseguido durante la prueba, y unas emisiones de 159 gr/km. Por otro lado, al frenar, los discos -ventilados sólo los delanteros- tienen mordiente, pero acusan un uso intensivo.

El Peugeot RCZ 1.6 THP 200 CV es la versión más pasional del coupé francés, de reacciones puramente deportivas transmitidas por un chasis puesto a punto para hacerte disfrutar de esas carreteras por las que no es fácil ir deprisa, sin exigirte mucho. Estás ante uno de los modelos más eficaces del segmento.

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