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Mini John Cooper Works

Mini John Cooper Works

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20 de marzo, 2009

Desde los primeros Mini de los años 60, este modelo siempre ha gozado de una gran aceptación por su imagen simpática y distinguida, y por su conducción, paradigma de la diversión al volante. En hoyMotor probamos la versión de 211 CV de potencia con uno de sus antecesores. ¡Disfruta de estos juguetes!

El fenómeno Mini, a pesar de su éxito actual, empezó en los años 60 con los primeros Austin Seven y Morris Mini de 34 CV de potencia y 848 cc de cilindrada. Cifras poco atractivas hasta que John Cooper, campeón del mundo de F1, preparador y amigo de su diseñador –Sir Alec Issigonis-, convence a este de la posibilidad de aumentar el rendimiento mecánico del Mini para hacerlo más competitivo.


Así nace el primer Mini Cooper con casi 1 litro de cilindrada y 55 CV. En 1963 la mecánica de los Mini aumenta en cilindrada y potencia hasta 1.071 cc y los 70 CV. Llega así la versión Cooper S, que gana el Rally de Montecarlo de 1964. Al año siguiente volvería a alzarse con la victoria, pero con 1.275 cc y 78 CV de potencia. La leyenda de este modelo fue creciendo a medida que lo hacía su palmarés en los rallys.


La siguiente evolución llegaría de la mano de la marca desaparecida Rover, presentando en 1990 el Mini Cooper de 1.275 cc y 63 CV a 5.550 rpm. En 1996 la cuarta generación aportaría un John Cooper S Works de 90 CV de potencia. ¡Menudo juguete!


Para la prueba que os proponemos en hoyMotor hemos contado con la colaboración de Jorge Medina, un apasionado del motor y los clásicos, pero ante todo de los Mini. Conductor de un Cooper de 1992 -de fabricación Rover- con casi 1.3 litros de cilindrada que rinde 63 CV de potencia, nos ofreció la posibilidad de comprobar de primera mano el encanto de uno de los antecesores del modelo que nos ocupa.


Nuestro protagonista –renovado recientemente, tras su aparición en 2001 con BMW-, ha relanzado la «fiebre» de los conductores por los coches de imagen chic -ahora más que nunca con los Clubman y cabrio-, en la que mucho ha influido el mundo de la moda y el cine.


La diversión al volante gana. Más adelante vemos por qué.

Interior

Dentro, el John Cooper Works se diferencia poco de otros Mini, y sólo el volante de cuero y alcántara y las denominaciones John Cooper Works en las alfombrillas, el frontal, la trasera y las molduras en los umbrales de las puertas delatan a nuestro protagonista de carreras.


Por lo demás, encontramos la instrumentación ubicada igual que en el resto de la gama, velocímetro central y cuentarrevoluciones sobre la columna de la dirección, con la posibilidad de cambiar de color la luz ambiental -no la del cuadro de mandos-.


Los asientos también son los mismos -en nuestra unidad de cuero-. Las plazas traseras son testimoniales si pretendemos que alguien se siente detrás de nosotros, aunque eso sí vienen que ni pintadas cuando vamos sobrados de equipaje, en este coche casi siempre, ya que los 160 litros de capacidad del maletero dan para la compra semanal de un solter@ que coma poco -aunque siempre podemos abatir los asientos traseros y disponer de 680 litros-.


Tanto la calidad percibida como la ergonomía son buenas, aunque hay detalles que nos descolocan nada más sentarnos, como los mandos de los elevalunas -en la parte inferior de la consola central- o los plásticos de la parte baja del salpicadero, más propios de utilitarios baratos que de uno que ronda los 40.000 euros, como es el caso.


En el equipamiento de nuestro protagonista encontramos todos los sistemas de confort y seguridad -activa y pasiva- como los airbags, controles de estabilidad y tracción –DSC y DTC más permisivos en esta versión-, botón sport y llantas de 17 pulgadas, entre otros.


Los faros bixenón con lavafaros, climatizador, sensores de luz y lluvia, retrovisor antideslumbrante, navegador, bluetooth y demás gadgets son extras, algunos se adquieren en conjunto con el paquete chili que no llega a 1.800 €


En contraste con el Mini Cooper, ni que decir tiene que nuestro protagonista es un prodigio en habitabilidad. Las plazas traseras son parecidas por espacio -lo malo es meterse por lo bajito que es-, al igual que el maletero. Aunque nos quedamos con el salpicadero, de madera, artesanal que su dueño restauró. Sí, ya sé que muchos están pensando que este Mini no lleva el cuadro central, pero es que en los modelos de los ’90 pasó a situarse por encima del volante.


Dos joyas con sus más y sus menos. Todavía no elijas, ¡queda lo mejor!

Comportamiento y Prestaciones

El motor tetracilíndrico 1.6 con turbocompresor, que en el Cooper S rinde 175 CV -con el kit Power on que se puede montar en cualquier servicio oficial aumenta su potencia hasta los 190 CV-, en el John Cooper Works ofrece 211 CV y 260 Nm de par motor desde 1.850 rpm a través de una caja de cambios manual de 6 velocidades. Con las dos primeras alcanzamos los 100 km/h en 6,5 segundos, y es en los 238 km/h donde el Mini más potente se acaba.


¿Y los consumos? Los 6,9 litros a los 100 km en ciclo mixto anunciados por la marca -que no vimos ni por asomo en el ordenador de viaje, ya que este utilitario sacó el lado más salvaje de nuestro pie derecho- son algo más que un ejercicio de fe frente a los 9 litros fáciles, a ritmos alegres.


Para disfrutar de todo el potencial del JCWbotón sport incluido- hay que sujetar con fuerza el volante ya que las ruedas -de 205/45 R17– delanteras no pueden con todo el par y el morro tiende a descolocarse.


El sonido de su motor -que se acentúa cuando presionamos el botón sport, al igual que la resistencia de la dirección y la suspensión, y la respuesta del acelerador- incita a ir al límite, y los «petardazos» del escape cuando apuramos una marcha y la aguantamos, o al engranar la siguiente, completan la atmósfera de bólido de competición que se respira al volante de este carreras clientes tan especial, en el que el cambio es exacto y su recorrido suave y preciso -aunque en conducción deportiva puede resultar un poco largo-.


Entrar en curva es toda una experiencia, la respuesta inmediata de la dirección y su cercanía al suelo -va pegado, con amortiguadores más duros- dan como resultado giros fugaces con balanceos mínimos de sus 1.205 kg, como si de un kart se tratase.


Por otra parte la ayuda del turbo -que aumenta de los 0,9 bares del Cooper S a 1,3 en nuestro protagonista- se agradece a la hora de afrontar un puerto de montaña, pero perdemos en conducción deportiva pura -eso sí, subiremos como un rayo-.


Los frenos, con buen mordiente, completan un conjunto listo para los conductores más exigentes. Además en ciudad aparcarás fácilmente y serás el rey de los atascos, esquivar el tráfico será uno de los deportes favoritos con este Mini, que mantiene intactos los genes de su antecesor.


Llega el momento de subirnos al Mini Cooper de Rover. Recordamos, motor de 1.275 cc y 63 CV, 4 velocidades y 690 kg de peso que gobernar sin controles de ningún tipo en una carrocería de 3.055 mm de largo y 1.510 de ancho.


La posición del volante es casi horizontal y nuestras piernas van, casi, como si estuviésemos sentados en una silla -con las rodillas altas-. Tenemos la sensación de conducir un vehículo pesado, pero varios metros por debajo de su altura.


Engranamos las tres primeras marchas -muy cortas- y las sensaciones son tan buenas como angustiosas. ¡No hay sitio para mover los pies! Los pedales están pegados y el único movimiento que hace nuestro talón derecho es de pivote, el izquierdo se ve algo más libre. 


Llegan las curvas, aderezadas por el sonido ronco y bruto del pequeño 4 cilindros, y las suspensiones -durísimas, tanto como la dirección- hacen que nos vengamos arriba.


¡Menuda pasada! Los 2.035 mm de batalla son suficientes para sentir una estabilidad poco común debido a la ínfima distancia que nos separa del suelo. Además, la dirección -que no es asistida-, nos hace desear que el tramo virado no acabe nunca.


Tiramos del volante y los neumáticos 175/50 R13 giran instantáneamente. Salimos de cada curva acelerando al máximo para meter cuarta, momento en el que el Mini pierde brío -por ser esta última relación de desarrollo largo para desahogar la mecánica-. Aun así, llegamos al punto establecido tras haber alcanzado los 150 km/h de velocidad máxima con la envidia sana que se puede tener de un amigo.


Por supuesto, los 30.831 euros en los que empieza el Mini JCW más básico están justificados por su exclusividad y prestaciones mecánicas -además de por el equipamiento de serie, tanto de seguridad como de confort, y la cantidad de extras de personalización que ofrece-, pero el encanto de uno de sus antecesores es algo incuestionable. Como decíamos al principio, gana la diversión.

Destacable

– Motor y prestaciones.
– Imagen y comportamiento racing.
– Sonido del escape.

Mejorable

– Precio elevado.
– Los asientos de serie sujetan poco.
– Algunos plásticos del salpicadero.

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