Holden Efijy

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Autor: Autocasión
05 de junio, 2007
Holden, la marca australiana de General Motors, presentó hace poco un «concept car» inspirado en su modelo FJ de 1953. Pero lejos de ser una simple maqueta, se trata de un coche que funciona y con el que hemos podido «viajar» por California. Durante unos instantes, la máquina del tiempo fue una realidad.
Holden, la marca australiana de General Motors, presentó hace poco un «concept car» inspirado en su modelo FJ de 1953. Pero lejos de ser una simple maqueta, se trata de un coche que funciona y con el que hemos podido «viajar» por California. Durante unos instantes, la máquina del tiempo fue una realidad.
Lleva un motor de verdad, tiene suspensión y frenos y sus ruedas delanteras pueden girar. Con esos ingredientes, por qué no vamos a poder circular con el Efijy, aunque sea sólo un «concept» destinado a su exhibición en salones. Los responsables de General Motors lo vieron claro y, aprovechando que el fantástico prototipo ideado por los diseñadores de Holden estaba en Estados Unidos –fue mostrado en el último Salón de Detroit–, organizaron una breve, pero apasionante, toma de contacto en las proximidades de Los Angeles, en un paraje cercano a la capital de California, Sacramento, donde por unos instantes el tiempo no sólo se detuvo, sino que dio marcha atrás y nos condujo hasta 1953, cuando se comercializó el Holden FJ que sirve de inspiración.
Como buen australiano que es, monta el volante a la derecha, aunque cuando ocupamos los cómodos butacones tapizados en piel, que no van precisamente cerca del suelo, lo que más sorprende es la elevada cintura de la carrocería, que deja poca altura para las ventanillas laterales o el parabrisas, formado por dos cristales unidos por el centro. De hecho, parece que tengamos que «asomarnos» para ver el exterior y desde el puesto de conducción no controlamos los primeros 25 metros por delante del voluptuoso morro.
El coche tiene más formas que Anita Ekberg en «La dolce vita», pero también llama la atención poderosamente la profusión de cromados –el conjunto que bordea la boca de aireación frontal parece hecho por un orfebre–, los prominentes pasos de rueda –las llantas cerradas no parecen la mejor solución de cara a la refrigera ción de los frenos– o sus cotas gigantescas. Pero a pesar de sus 5,20 metros de largo, el Efijy gira en un palmo. Y aunque no es un coche «de verdad», sí transmite sensaciones.
Por ejemplo, nos sorprendió el confort que procura la amortiguación o el sonido del motor V8 sobrealimentado, que «llenaba » el valle por donde discurría la carretera al acelerar con fuerza; aunque convenía «mimar» una mecánica no concebida para grandes esfuerzos, pues incluso la batería mostraba limitaciones y hubo que recurrir a una enorme cabeza tractora para arrancar con pinzas tras un corto descanso. Pero si viajar en un Efijy impresiona, lo hace más aún su mera contemplación. Verlo pasar y percibir desde la lejanía su grave sonido es una experiencia difícil de olvidar. Lástima que el proyecto haya sido relegado al dique seco y que todo quede en un sueño para recordar.
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