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Audi A3 Sportback 1.8 TFSI / Seat León 1.8 TSI

Audi A3 Sportback 1.8 TFSI / Seat León 1.8 TSI

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16 de diciembre, 2008

Pese a los solicitados TDI, los nuevos TSI sientan de cine a compactos como el Audi A3 Sportback. Con 160 CV le medimos a un duro rival de su propio grupo: el Seat León de idéntica motorización. El resultado de la contienda sorprende.

De acuerdo: casi de forma automática se piensa en los turbodiésel TDI al plantearse modelos como un Audi A3, un Volkswagen Golf o un Seat León. No faltan motivos: esas siglas atesoran una tradición de solera en la decisiva relación prestaciones/consumos.

En esas andábamos cuando el grupo germano desembarca la oleda TSI de gasolina, fruto de la espiral downsizing: motores más pequeños y ligeros pero más potentes y eficientes que sus equivalentes atmosféricos. Con inyección directa y turbo variable en todos los casos -algunos incluso con turbo y compresor a la vez-, excelentes valores de potencia y par máximo, elasticidad envidiable, reprís en la línea TDI y unos consumos que, aunque más elevados que en los equivalentes de gasóleo, resultan sumamente coherentes, plantan cara a los turbodiésel y, como mínimo, obligan a hacer bien los números de la ecuación diésel/gasolina antes de cerrar la compra.


Entre las opciones TSI -TFSI en Audi y TSI en VW, Seat y Skoda- más equilibradas y que mejor sientan a los compactos del consorcio figura el 1.8 de 160 CV. Lo montan, entre otros, el Audi A3 Sportback, pero también un vehículo de arquitectura y tecnología simétricas -además de planteamiento ciertamente próximo- como el Seat León.

Interior

Más de uno pensará que comparar un A3 Sportback con un León es una herejía, pero entre ambos hay más similitudes de las que parecen. Cierto, el de los aros goza de una prestancia y una imagen de marca bastantes peldaños por encima, factores que confluyen en un precio en consonancia pero también en una clientela objetiva que persigue sus virtudes y no se plantea, a priori, alternativas más asequibles. Por su parte el español, con trazos nacidos de los lápices del genial Walter de Silva, exhibe una imagen más dinámica y desenfadada para atraer a un público más joven y de menor poder adquisitivo.

Aún de aspecto un tanto familiar, el Audi mide 4.292 mm de largo, en la media del segmento C; por su parte, el León y sus 4.315 mm le rebasan ligeramente. Ambos lucen una batalla de 2.578 mm, pues la arquitectura de tripas hacia dentro -plataforma; tecnología…- es esencialmente la misma. Esa distancia entre ejes permite un habitáculo bastante desahogado, con ligera ventaja para el español, que reserva un hueco para las piernas de los ocupantes traseros francamente generoso.

Son modelos pensados para que cuatro adultos o dos y tres niños viajen en condiciones. También despliegan una versatilidad idéntica a partir de sus cinco puertas -las traseras del Seat bien disimuladas en los montantes-, asiento posterior partido y abatible y maletero suficiente: en el Sportback entre 370 y 1.100 litros, y en el León entre 341 y 1.166.

La calidad favorece de lleno al germano. Los dos están bien ajustados y presumen de ergonomía -volante y asiento bien posicionados con reglajes en altura y profundidad; cuadro orientado al puesto de mando…-, pero los plásticos y revestimientos del Audi, y también su nivel de insonorización, viven a años luz de la espartana austeridad que caracteriza la vestimenta del León, de texturas y superficies poco refinadas en algunos paneles. Tampoco la visibilidad fronto-lateral de éste es buena por lo avanzado de los pilares anteriores. Eso sí, los asientos delanteros son fantásticos, como en el Audi.

Por equipación van a la par. Hay un sinfín de opcionales que a golpe de talonario permiten hacer un A3 Sportback a la medida. Sin ir más lejos, las imágenes muestran el sugerente pack exterior S-Line que ronda 2.000 euros. Con el acabado Línea R analizado, el León tiene una pinta realmente contundente -en opinión de algunos estridente-, y también pone en juego unos cuantos extras -faros bixenón e incluso direccionales; techo solar…- a precios más ventajosos.

Pero uno y otro disfrutan de climatización doble, los consabidos airbag de cortina, control de estabilidad ESP, equipo de audio, llantas de aleación, mando remoto de apertura y cierre -en el de los aros puede ser inteligente- o cuatro elevalunas, por citar sólo algunos ejemplos.

Comportamiento y Prestaciones

Suspensiones independientes en los dos ejes y una efectiva calibración muelle/amortiguador determinan una pisada sana y aguerrida a nuestros protagonistas, por lo demás tan predecibles como fáciles de conducir. El León juega con un duro chasis que limita los movimientos laterales cuando se practica esa decidida conducción que provoca su estampa. Claro está, pasa factura en términos de sequedad al pisar baches, rotos del suelo o juntas de dilatación.

El Audi es en conjunto más confortable. Pero ojo, pues el chasis S-Line opcional instalado en la unidad probada deriva en maneras parecidas; también puede llevar suspensión de firmeza variable Magnetic Ride no prevista en su oponente. Otra cosa: la dirección, de naturaleza eléctrica, es convincente en ambos, rápida y bien asistida, mientras que por tacto y mordiente nos quedamos con los frenos del germano, si bien el español para en distancias calcadas.

Por último, el motor, una vez más común a los dos. Sus cuatro cilindros, 16 válvulas y 1.8 litros derivan, además de en los citados 160 CV, en un considerable par máximo de 250 Nm, muy utilizable al aflorar a sólo 1.500 rpm y permanecer constante hasta 4.200.

Esto supone que el margen de aprovechamiento es generoso -cortan inyección en los albores de las 7.000 vueltas-, lo que sumado a un cambio manual de seis relaciones bien escogidas -y un tacto técnico y bastante rápido en el León- permite sacarle jugo sin pegas. No son deportivos -sí divertidos-, pero dejan un gran sabor de boca por su notable reprís -adelantan muy bien- o la facilidad con la que alcanzan y mantienen elevados cruceros

Tampoco son sedientos, como revela un promedio real que en ambos se mueve en torno a 8,3/8,6 litros cada 100 km. Por cierto, por 2.140 euros el Audi, que cuenta con una transmisión muy parecida al León, puede añadir caja S-Tronic de doble embrague y siete marchas, rápida como pocas, una delicia en ciudad y el arma definitiva en conducción rápida -ofrece programas de uso automático puro, automático deportivo en posición S y, en todo momento, manual/secuencial mediante la palanca o a través de levas ancladas a la dirección-. Más a su favor: atenúa unas décimas el consumo y matiza sobremanera la brusquedad que en arrancadas y ritmo rápido exhibe el León, para el que este tipo de cambio no se contempla por el momento.

La aerodinámica favorece al alemán, un poco más pesado -1-410 kilos frente a 1.395 en su rival-, y al final su velocidad punta llega a 222 km/h, cuando en el español se contiene en 213 -0 a 100 km/h en 8 segundos, por los 7,7 de su rival teutón-. También afecta al consumo y las emisiones: el Sportback se queda en 6,7 litros a los 100 km y 158 gr/km homologados, con un impuesto de matriculación del 4,75%, cuando el León sube a 7,4 litros y 176 gramos -tasa del 9,75%-.

2.872 euros los separan -el A3 Sportback supone una factura de 28.230 euros con terminación Ambition y el León de 25.358 con acabado Línea R-, cantidad sustancial que asciende a 4.000 euros si solicitamos el Sportback con cambio S-tronic. Está claro que el estatus supone un coste, pues en términos prácticos lo que ofrece el uno es prácticamente lo mismo que tiene el otro.

Destacable

– Calidad (A3 Sportback).
– Precio más ventajoso (León).
– Motor y comportamiento.

Mejorable

– Precio elevado (A3 Sportback) y plásticos internos (León).
– Cambio automático no disponible (León) y opciones caras (A3 Sportback).
– Consumo elevado a ritmo fuerte.

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