Los conductores y la agresividad

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Autor: Autocasión
05 de marzo, 2007
Dicen que los seres humanos, cuando nos ponemos a conducir, nos mostramos tal como somos y que el volante es el mejor termómetro para medir la temperatura moral
Dicen que los seres humanos, cuando nos ponemos a conducir, nos mostramos tal como somos y que el volante es el mejor termómetro para medir la temperatura moral
Pacientes, tranquilos, irascibles, irritables, hoscos… Dicen que los seres humanos, cuando nos ponemos a conducir, nos mostramos tal como somos y que el volante es el mejor termómetro para medir la temperatura moral. A juzgar por lo que se puede observar en la carretera, esa temperatura no debe ser muy buena, porque cada vez es más frecuente encontrar conductores estresados que descuidan el cumplimiento de las normas.
Eva R. viaja cada día en su Peugeot 307 desde la localidad madrileña de Alcorcón hasta Toledo para trabajar en la edición y el montaje de vídeo en un canal de televisión de la capital castellanomanchega. El otro día en la A-42, donde los atascos y las retenciones suelen ser más frecuentes de lo que cualquier conductor desearía, un accidente hizo que la circulación fuera muy lenta, con paradas continuas. Eva iba por el carril izquierdo y no tuvo más remedio que aminorar la marcha, con los cuatro intermitentes encendidos.
Pero esta medida, muy práctica, fue contestada enseguida por el conductor de un todoterreno que circulaba por la derecha, quien se aplicó con furia sobre el claxon y, además, bajó la ventanilla para increparle la premiosidad. Remató la faena con un comentario displicente y oprobioso, alusivo a la condición femenina de la usuaria del turismo, y la adelantó antirreglamentariamente por el carril prohibido.
La conductora del 307 no pudo por menos de exhalar un suspiro de incomprensión. Desgraciadamente, no es un hecho aislado y no hace falta irse a una gran ciudad en hora punta para comprobar las miles de personas que se muestran airadas o intransigentes al volante. Dicho de otro modo, se convierten en «otros/otras» y pierden los estribos en la primera ocasión inesperada que se les presenta. Como apunta el profesor de Psicología de la Universidad Carlos III de Madrid, Guillermo Ballenato, parecen transformarse al girar la llave del contacto. Según explica: «resguardadas por la aparente protección del vehículo, se disponen a desahogar sus frustraciones y a compensar algunas carencias de su personalidad ».
Los psicólogos están de acuerdo en que la forma de conducir es una manifestación del temperamento. «Hay sujetos cuyas características de personalidad les hacen más proclives a verse involucrados en accidentes de tráfico. Desde la Psicología se investigan y estudian tanto los estados emocionales como los rasgos de personalidad característicos de los conductores más peligrosos», dice Ballenato.
FACTORES DECISIVOS Las variables que determinan la probabilidad de sufrir accidentes de tráfico son diversas. Unas dependen del vehículo, otras del lugar, ambiente y contexto y otras del conductor. Influye tanto la habilidad y experiencia al volante (accidentes previos) como la condición física (cansancio, fatiga). Pero la personalidad y el estado emocional son factores decisivos. En este sentido, un estudio del departamento de Medicina Preventiva de la Universidad de Granada, coordinado por el profesor Pablo Lardelli, resalta que la inexperiencia es un factor responsable del exceso de siniestralidad en los usuarios más jóvenes (de 18 a 24 años), por encima del efecto atribuible a la edad misma.
De ahí que sea vital el papel de los centros de reconocimiento de conductores, recuerda el profesor Ballenato. «Entre las funciones de esos centros está la de realizar la evaluación psicológica, mediante entrevistas y pruebas normalizadas, para valorar la personalidad, el estilo de pensamiento, la estabilidad emocional o las posibles conductas de riesgo de cada sujeto », argumenta el psicólogo, para añadir que hay casos en que el resultado evidencia que estamos, por ejemplo, ante una personalidad antisocial. En algunos rasgos, las puntuaciones son significativas cuando son extremas; una persona excesivamente insegura y pusilánime está más expuesta a tener un accidente, pero igualmente lo está la que conduce demasiado segura, despreodespreocupada y confiada en exceso.
Influye también la presencia o no de otros sujetos en el vehículo. Mientras en los adultos esa presencia actúa en general limitando la conducción arriesgada, entre los jóvenes produce el efecto contrario y suele incrementarla. La influencia de los rasgos de personalidad se entremezcla en ocasiones con un determinado estado emocional alterado. Si el conductor acaba de sufrir una circunstancia vital adversa –despido, separación, muerte de un ser querido…– puede perder concentración, ver mermada su capacidad de reacción y ralentizada su respuesta motriz.
A este respecto, el presidente del Instituto de Seguridad Vial de la Fundación Mapfre, Miguel María Muñoz, considera más relevante la forma de actuar que la de ser. Así se explica que una persona incapaz de controlar sus impulsos agresivos acabe denostando o insultando a los demás. Pero para Muñoz no se debe generalizar al referirse a los conductores que se «transforman », salvo en casos patológicos. Más bien, se trasladan al volante la agresividad y la competitividad del ser humano, características eminentemente masculinas en la sociedad actual.
Por ello, los hombres tienden a perder los estribos con más frecuencia que las mujeres, cuya conducción suele ser más «reposada». Es evidente que hay varios grados de agresividad entre los conductores. Algunos investigadores, como la psicóloga clínica Trinidad Aparicio, los dividen en «agresivos menores» y «agresivos evidentes». Entre los primeros están aquellos que hacen sonar las bocinas sin motivos reales, los que se llevan un dedo a la sien para denigrar al prójimo o los que increpan con palabras de mal gusto. En el caso de los llamados «evidentes», aparecen quienes optan por continuar por el carril izquierdo siempre o los que circulan de continuo a velocidad muy elevada o inadecuada.
AGRESIVIDAD Y CONDUCCIÓN: LAS CLAVES
✔¿Qué clase de conductores podemos considerar agresivos?
No sólo a quienes son intransigentes con el resto de los usuarios cuando cometen un error. También a los que viven el riesgo de una conducción arriesgada o, sencillamente, temeraria. De la misma manera, caben en este grupo los que se «pican» y aceleran aún más para dejar atrás a los otros coches, a los que consideran rivales.
✔¿Hay alguna explicación para definir por qué somos violentos al volante? Puede tratarse de causas externas, como las obras o los atascos, pero también otras intrínsecas: el ser humano es más proclive a alterarse cuando conduce, a no respetar las convenciones o normas de urbanidad.
✔¿Cuáles son las soluciones?
Desde muy temprana edad se debería insistir en la educación vial, con lecciones muy claras, que expliquen a los niños las consecuencias de no respetar las normas. Una tarea que debe completarse en las familias donde habrían de desterrarse criterios como la competitividad sin límites o el afán por el triunfo que, en realidad, están detrás de muchos usuarios dados a la irresponsabilidad y las imprudencias.
CINCO PAUTAS PARA TOMÁRSELO CON CALMA
1. Las normas están para cumplirlas. Todavía hay conductores que presumen de saltarse un semáforo en rojo cuando van acompañados o de rebasar los límites de velocidad para demostrar la extraordinaria potencia del motor, pero en realidad, bajo esta forma de superioridad sólo se esconde un problema de conducta grave, que quizá necesitaría un tratamiento médico específico. Los psicólogos aconsejan a quienes tienen por costumbre saltarse las normas de vez en cuando que acudan a un especialista.
2. Potenciar el dominio de uno mismo. En todos los ámbitos de la vida, porque aprender a controlarse y tener a raya los prontos y el mal genio es útil siempre; especialmente cuando se maneja un vehículo, dado que está en peligro nuestra vida y la de los demás.
3. Con calma, mucha calma. Observar el comportamiento imprudente o temerario de los demás, puede alimentar la impaciencia, la rabia o la impotencia. Pero no se debe responder a la mala educación con una conducta más reprobable. Es el caso de algunos usuarios que, en vista de que el conductor que circula de frente no cambia las luces largas, responden con un destello idéntico para intentar deslumbrarlo.
4. La educación es lo último que se pierde. No son pocos los conductores que son personas reposadas en la vida cotidiana y respetan habitualmente las normas, pero cada vez que se sientan al volante tienen la impresión de que están sometidos a un examen continuo de su paciencia. Puede que no les falte razón, pero los insultos, los aspavientos y las expresiones groseras son ridículas y sólo indican una peligrosa transformación del carácter por el simple hecho de sentirse protegido en el habitáculo de un vehículo.
5. En la carretera, el tiempo no es oro. Está bien consultar el reloj para saber qué hora es, pero la obsesión por controlar el tiempo no puede trasladarse al coche. Cuando se conduce, hay que desterrar frases como «no llego» o «qué tarde se me ha hecho».
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